El central es una pieza
sustantiva de todo orden futbolístico. Esa figura sintetiza y
expresa la fuerza de un plantel y enarbola los valores y la mística
del mismo. La presencia de un central impone respeto y cuando esa
imagen es mas que un conjunto de elementos intangibles, pone un
enorme talento y puede dejarnos algunas de los momentos más hermosos
del fútbol. Así los apodos de los centrales son los que denotan ese
valer: el León, el Mariscal, el Kaiser y el “DON”, entre otros.
Como síntesis de este preámbulo para hablar de los centrales
ochenteros, cabe apreciar estas escenas de Figueroa, Don Elías,
ante las dos Alemanias, en el mundial del 74, las cuales deben ser
algunas de las expresiones estéticas y futbolísticas más
apreciables de un central en la historia del fútbol.
Elias Fgueroa compacto Mundial 1974 contra Alemania Federal
En el plano internacional,
en los ochenta cabe destacar al italiano Baresi y creo que fue lejos
el mejor de los centrales en una época en que la transición del
fútbol contemporáneo fue evidente – empezó con España 82 y
termino en un pálido Italia 90-. Fiero en la marca, con
personalidad, sin ser demasiado alto, y con un sentido de la
anticipación exquisito, lo cual ademas combino con un enorme amor
por la camiseta del AC Milán. Jugo el mundial del 90 con una
selección italiana de transición, pero ciertamente hizo grandes
campanas en la mejor época del calcio italiano, los 80. Agreguemos
en este escenario a Lothar Matheus, quien pasó de ser un
mediocampista central a una emulación correcta del sello dejado por
Franz Beckenbauer en la historia del fútbol mundial. Matthaus,
rápido, de 178cm, construyó la copa del fútbol alemán en
Italia 90. Sus condiciones era la gran rapidez, su enorme técnica,
su disposición táctica y sobretodo su enorme valentía para salir
jugando desde su propio campo de juego. Lo de Matheus era
espectacular, siempre tuve la impresión que los rivales,
cuando lo veían venir, lo percebían como un gigante de dos metros.
Es el mejor ejemplo de lo que en fútbol podemos llamar LA PRESENCIA.
En los ochenta destacaron
dos centrales en Chile que llenaron mi gusto futbolístico: Fernando
Astego y Eduardo Mocho Gómez, los últimos grandes centrales del
fútbol chileno. Astengo, jugo básicamente en Unión Española y
Colo Colo, tenia un sentido de la anticipación maravilloso, rápido
y gran rechazo, pero técnicamente no era de los mejores centrales de
la historia. A pesar de sus limitaciones técnica Astengo fue a
Brazil, en un momento en donde aun esa liga estaba llena de
estrellas. Gómez era un crack, dentro y fuera de la cancha, el
ultimo de los centrales nacidos en cancha de tierra y con un aire
provinciano que lo siguió toda su carrera. Jugo en el mejor Cobreloa
de todos los tiempos y destacamos dos aspectos: su enorme técnica y
su gran rechazo, teniendo sentido de la anticipación, no fue mas que
Astengo en ese plano. Ambos centrales terminaron ingratamente su
carrera en el seleccionado nacional. Astengo en el recordado
maracanazo e involucrado por ser el capitán del equipo y Gómez con
un patadón dado a Francescoli que significó su expulsión en la
final de la Copa América en el primer tiempo.
Más que de Elias Figueroa,
crecí escuchando del Mariscal Quintano. En la casa de la rama
materna de mi familia sólo se hablaba de la U. Y la figura de
Quintano se empinaba como una imagen guerrera, como el de un general
en el campo de batalla. Cuando me encumbre en mi pasión colocolina,
Figueroa pasó a ocupar el lugar del Mariscal. Y en los últimos años
de su carrera, el porte de Figueroa y su elegancia para jugar eran lo
que impresionaba. En sus últimos años de carrera jugaba solo con su
presencia, secundado por Leonel Herrera, al que se le conocía como
el zapatitos con sangre. En los 80, en cualquier pichanga ochentera
en el barrio, quien recibía el apodo del zapatito con sangre era de
temer. A mediados de los 80, con el equipo del barrio, (calles
mariano latorre y yungay, población fray jorge Ovalle) enfrentamos
al equipo de los Mellis, un partido a 20 goles, con arcos armados con
piedras. En el equipo de los Mellis estaba el zapatitos con sangre de
la población y aun recuerdo el cariñito que me hizo y el túnel que
le puse, jeeee, "cosas de centrales."
1 comentario:
Hola Rodrigo:
Buen tema, y sumando un poco el central es como el hermano mayor de todos (no tiene que ver con la edad) ese que cuando tu eres niño (como la totalidad de los otros puestos en el equipo) se ponen las cosas difíciles te saca del problema con un solo movimiento. Te confieso amigo que teniendo yo muchas condiciones para jugar fútbol siempre quise ser central o libero, pero mis DTs en cadetes nunca me dejaron siempre fui medio campista o win, creo por mi contextura física (mido 1,74), pero es mi sueño frustrado salir jugando como DON ELIAS JAJAJAJ.
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