viernes, julio 10, 2009

Universidad de Chile Campeón Torneo de Apertura: La UUUUUUU Rodrigo La UUUUUUUUUUUUUUU



El martes pasado la Universidad de Chile, el romántico viajero, se coronó campeón del torneo de apertura del futbol chileno. En un campeonato eclipsado por las hazañas de la selección y las irregularidades de los llamados equipos grandes, la Universidad de Chile logro ser el equipo mas regular. La U fue el equipo que más apostó a lograr una mecánica de juego y una identidad futbolística, siempre de la mano de Sergio Markarian. A veces funcionó y otras no, pero para el nivel actual del futbol chileno, que no es tan bajo como hace unos años atrás, fue suficiente para alcanzar su corona número 13. Es un campeonato logrado, si queremos ponerle un sello, tal como los hizo el profesor Lucho Garisto hace unos años con Cobreloa: pragmatismo, tratar de jugar bien al futbol y haciendo fuerte al equipo en lo emocional. Markarian es un técnico de excelencia y apunta seguramente a un desafío mayor con su renuncia, pero no cabe duda que ha sentado las bases para una nueva U. Algunas figuras destacadas de este campeonato. El primero, el portero Miguel Pinto, segundo, el excelente Marco Estrada, también Emilio Hernández, eso si cuando juega, siempre cinco o diez minutos, pero como es tan talentoso es suficiente, y por cierto, uno que no es de mi gusto, que había estado sin pena ni gloria en una temporadas pasada, pero que resultó ser altamente efectivo y determinante, el delantero “yurugua” José Manuel olivera (buen ojo Don Marka).

El campeonato pronto quedara atrás. Estos campeonatos cortos hacen que los triunfos se sienta cada vez más efímeros y sean difíciles de retener en la memoria. No cabe duda que estos campeonatos no tienen el mismo sabor de los recordados campeonatos largos. Pero bueno, la U tiene un campeonato más y eso es importante para su futuro. No cabe duda, que para un campeonato como el chileno, la U debe ser un equipo grande. Ciertamente, ya lo es, en sentimiento y pasión, porque vive en el corazón del hincha del futbol como algo que no se consume y siempre expele energía. Sin embargo, necesita más y sobretodo ahora. Por lo mismo, porque hay que avanzar, y para esto es determinante la memoria futbolística, recordaré algunos de los detalles de la U que para mí, sin ser un hincha azul, han marcado mi memoria futbolística y la de muchos más. Sobre esta misma memria espero que se pueda soñar con una U más grande.

Sé, desde muy pequeño, de la grandeza del equipo azul. Lo sé, ya que mi abuelo materno fue un furibundo hincha azul. Con él solía escuchar los partidos de la U por la radio hace 27 años atrás. Además, con él aprendí y me maravillé con las hazañas del ballet azul. Para él, siempre hubieron tres grandes, esto a parte de Leonel Sánchez, el tanque Campos, Fifo Eyzaguirre y Rubén Marco. Para mi abuelo estos eran los mejores y cuando jugábamos juntos al futbol usábamos sus nombres. Qué tiempos. Recuerdo algunos de los jugadores de esas tardes de futbol por la radio, ya sea en el Estadio Santa Laura o en el Nacional: Carvallo, un arquero argentino que marcó una época en el equipo azul, Pellegrini, al que ví jugar en el Estadio La Portada de La Serena, Hector Tito Hoffens, La Fiera Luis Alberto Ramos, temible jugador de area, hoy entregado a la obra de Dios, el joven Sandrino Castec, aquel de la inolvidable chilena que el año 81 batió a Fillol en el Estadio Malvinas Argentinas de Mendoza, Arturo Salah, Rodolfo Dubó, un ovallino que vestió la casaca azul y quizás el mejor seis de la primera parte de los ochenta y finales de los 70, el paraguayo Jhony Ashwell, Miguel Angel Gamboa, recién retornado de México, hábil media punta y más guapo que el Candonga Carreño, ah y como no el Flaco Bigorra, lateral izquierdo pero que terminara jugando de seis en Cobresal, y quien fuera mi imagen cuando quise ser futbolista (puede que exagere, pero no tanto, el flaco Bigorra jugaba en Cobresal con el mismo estilo de Fernando Redondo en el Madrid).

Después, por los azares de la vida, estuve en el Estadio Nacional el día en que la U descendió a segunda división. Cuatro imágenes de aquel día. Pellegrini en el banco, si el ingeniero y su equipo cayendo a segunda división. Estaba sentado en la puerta de la maratón, y desde ahí se podía ver claramente la desazón del técnico, quien observaba el partido encerrado en los antiguos bancos para entrenadores del nacional. Nunca olvidaré la tristeza de ese cuerpo técnico. La segunda, la hinchada azul, todavía no bullanguera, pero camino a hacerlo, siempre azul de corazón, que despidió al equipo cantando el himno de la Universidad de Chile. Quizás el momento en que con mayor emoción he escuchado “ser un romántico viajero”. La tercera, los jugadores, un plantel muy joven, que era el remanente de malas gestiones dirigenciales, producto de la intervención de la dictadura a través de dirigentes como Ambrosio Rodríguez. Jugadores de ese plantel: Marcelo Silva, Pato reyes, un joven Lucho Musrri, el recordado Héctor Tito Hoffens, quizás el que más lucho ese día, Luis Rodríguez y Carepato Rivas, el que estuviera entrenando a Iquique este año. Esos jugadres tuvieron mucho coraje para aguantar ese momento. La mayoría de ellos se quedaron en el equipo, jugaron en segunda y subieron. La cuarta imagen, para futboleros de tomo y lomo, la peligrosa dupla de delanteros que presentó Cobresal ese día: Salgado-Martínez. Juntos con Julio Suazo y Franklin Lobos, que venían de atrás, estuvieron notables con su majestad el contragolpe y jugaron un partido con mucho honor. Ese día había mucho en juego y en el mismo instante del partido de la U, Unión peleaba por no descender ante O'higgins.

Mi tercer recuerdo de la U es el campeonato del 94. A pesar de que la Católica reclama el partido en el Nacional como suyo, el equipo de Socías, que en realidad era de Salah, fue superior a sus rivales. Quiero decir también que era un equipo de verdad y luchó contra planteles que el futbol chileno ahora desearía. El Colo de todas sus estrellas y sueldos millonarios, la católica de Acosta y Gorosito, monstruos, un Cobreloa potente y duro en la altura, que fue derrotado por José Marcelo Salas Melinao. De ese equipo, los hinchas azules con los cuales converso y algunos periodistas del mundo deportivo suelen olvidar a quién considero, despues de Salas, el segundo el mejor jugador de ese campeonato: Ruben La Bruja Aredes. A veces pienso que la Bruja Aredes, sin tener el cartel de Leo Rodríguez, tuvo momentos más sobresalientes que el otrora seleccionado argentino. Salah encontró en Aredes a su 10 perfecto, clave en explotar el juego de Salah: salir por los costados con Guevara o Galindo, tocar a Musrri o Aredes, y levantar el pelotazo cruzado para el matador, éste las ganaba todas. Así, jugaron un brillante partido con Colo-Colo en el monumental, le dieron un baile en el primer tiempo al equipo popular, y en ese trabajo el más destacado fue Aredes.

Los elementos anteriores pueden completarse con algo especial. No hay cosa más linda en el futbol que escuchar un buen relato de futbol. Relatos como el de Victor Hugo en el gol de Maradona el 86, los goles de Carcuro, Mimica el 91 narrando las hazañas del Colo, Ernesto Díaz narrando el periplo de la sub 23 y Zamorano en Sidney, Claudio Palma y su narración de la epopeya del Loco Bielsa y sus dirigidos. Pero hay uno, que ya no esta entre nosotros, pero de quien guardo unos de los más hermosos recuerdos escuchando un partido de la Universidad de Chile. No hablo del relator de la sintonía azul, mítico programa noventero, sino del Gordo Carlos Alberto Campusano, sí el mismo que se presentaba diciendo "cinco continentes y cinco mundiales", aludiendo a su recorrido en el futbol, y quien patentó una frase clasica : trepa, trepa trepa........ A veces se la escucho a Palma y realemnte me vuelvo a emocionar. El relato de Campusano era el siguiente: Trepaaaaa, Trepaaaaa, Trepaaaa Lucho Musrri, o en su efecto, Fabián Guevara, después de esto le cambiaba los nombres a los jugadores y los llamaba por los nombres de los jugadores del ballet azul. Siempre recuerdo al gordo, no se si fue hincha azul, sospecho que si, y sus relatos del equipo de Leo y su campeonato. Sentía lo mismo que cuando me sentaba con mi abuelo a escuchar los partidos el año 81. Siempre estaré arrepentido de no haberle pasado la voz al gordo Campusano cuando una vez me lo crucé en la calle antes de que falleciera. Seguramente estará en alguna parte relatando un partido de la u y cambiándole los nombres de los jugadores por los del ballet azul. Una tarde de futbol, estando en el relato Campusano, quizás en radio nacional, el trepa, trepa y el cambio de los jugadores coincidió con un gol de la U. Sí amigos Campos, el tanque, anotaba el tercer gol de la U ante Coquimbo, esto en el campeonato del 97 o el 98, en un partido apretadísimo. El gordo lloró y yo también

La U es grande porque contiene la pasión de una parte importante de nuestro amor por el futbol. Como todo equipo popular representa a familias que han vivido cosas significativas a través de la U. Además, es parte de una tradición e identidad futbolística de nuestro país. Por lo mismo, y mirando hacia el futuro, necesita de dos cosas importantes: su propio estadio y un reconocimiento internacional. Estos son los objetivos más importantes de la Universidad de Chile en los próximos años y la sociedad anónima debe tenerlo claro. El modelo de sólo formar y vender jugadores no es suficiente. Se necesita algo más. Tal como su archirrival futbolístico, si es que gana una Copa Libertadores, será un equipo distinto y esa grandeza irá hasta el cielo, tal como lo hace hoy, pero el puente de oro será cada vez más ancho y sólido. Si es así, la U estará mas cerca de mi abuelo, de los jugadores del ballet azul que ya no están y del gordo Campusano, todo esto para compartir una tarde de futbol y sus alegrías. No cabe duda que ese día será y debe ser cuando se alcance la Copa Libertadores. Bien por la U, un brindis por el romántico viajero, y disfruten mis amigos chunchos.


Aqui un relato de Carlos Alberto Campusano-noche del 97 ante Uruguay, duelo decisivo. Campusano relata el gol de Salas con pase Victor Hugo. (Gracias Walter)