jueves, mayo 10, 2012

Las Cabras


Extraño la alameda junto a la pequeña casa donde yace para siempre la historia de un Chile que se va. Un Chile gañan, peon e inquilino. Extraño sus mañanas escarchadas, con niebla en inviernos y veranos sudurosos con noches cálidas y estrelladas. Extrano el aroma de damascos y choclos en el verano del valle central. Extraño las voces de antes, que cuidaban y regaloneaban a las de hoy. Extraño a la radio serrano y sus rancheras. Extraño el paso de los hombres de a caballo y sus perros. Extraño los relatos de historias pasadas, del paso del ferrocaril y el viaje por el ramal hasta Pelequen. Extraño el lenguaje, los usos de las voces, los dichos y refranes. Extraño el hablar cantado, emparentado con la tierra y sus vientos, con la nostalgia mañanera o la alegria de un viernes de verano. Extraño las historias de campo y sus narraciones sobre tristezas o alegrías, junto a los peumos a la entrada del monte. Extraño las historias de fútbol rural, aquel de punteros derechos nacidos junto a la rivera del río o centrales que cruzaban desde el otro lado del monte para guerrear con los delanteros que venían desde del otro lado del río. Una geografía particular del futbol. Extraño la lluvia y la tarde de invierno que nos llevaba de la mano a la nostalgia. Extraño escuchar la nostalgia mientras el sonido del agua baja por la canaleta en una tarde de lluvia y sopaipillas. Extraño las onces con pan tostado y palta, siempre a las cuatro, en el reloj cronológico de una vida que se resiste a pasar y que reclama un carácter imperecedero, permanente, estando allí como una imagen colgada a las vidas actuales.