jueves, diciembre 09, 2010

INCENDIO EN LA CARCEL DE SAN MIGUEL Y CHILE COMO UNA LARGA Y ANGOSTA TRAGEDIA




Una de las frases más populares en Facebook es la siguiente: Piñera es jetta o yeta. Tres eventos catastróficos en menos de un año de mandato. Incluido el caso de los mineros enterrados, que se salvó a la hora nona, pero que muestra la misma tendencia, los mismos hechos de fondo. Hoy la más ominosa de las tragedias. Ochenta y un presos mueren quemados durante su encierro en una cárcel del Estado chileno, el cual a través de la sentencia de algún tribunal había adquirido el compromiso jurídico de someter a estas personas a encierro y rehabilitación.  

Pasemos revista, veamos. Los hechos de fondo que provocan estas tragedias son los siguientes. Piñera no es jetta. No, no lo es. Él es otra cosa. Piñera es la síntesis de 40 años de política, economía y cultura definidas por una intrincada y compleja elite formada por el militarismo, el economicismo neoliberal, el conservadurismo religioso, y el concertacionismo. Una estructura de poder empresarial, político, cultural y económico que ha tenido como virtud construir una sociedad espectáculo, la reproducción de la desigualdad y la definición de un espejismo para definir el desarrollo. Un espejismo que se desvanece tragedia tras tragedia, generando un goteo de muertos por negligencias del estado, la comodidad de las elites y la indolencia de la clase política.

En 40 años de neoliberalismo, esta estructura de poder, que cruza a todos los partidos políticos, a través de lazos familiares, comerciales y religiosos, ha privilegiado, en el mejor de los casos, sus propios intereses, y en el peor, simplemente la desidia ante la desigualdad y el aprovechamiento predatorio sin mayores expectativas de recursos naturales.

Veamos algunos ejemplos. Una breve mirada al Congreso nos ofrece dos notas: La persistencia del binominalismo, un instrumento diseñado para la autosustentación de esa élite y que hoy es incluso amparado por el PC. Es que el sistema produce sus propios satisfechos.  En la misma dirección se ubica, también, un proyecto de ley que pone mordaza a cualquier disidencia partidaria, promovido por la dupla Longueira – Escalona y que promete perpetuar a esta especie de mayordomos de Palacio que controlan los partidos y los privilegios de elite politica.

Lo económico no está nada mejor. El dato más relevantes pero el menos debatido, es la enorme ayuda que han recibido del Estado las grandes empresas en Chile cuyo único valor es emplear solo al 12% de la población activa. Las mismas que pagan mínimos impuestos y, más aún, tienen departamentos contables para bicicletear a Impuestos Internos cada año.

De religión y culto saben también estos problemas. Cada una de las universidades de credo ha incrementado sus ventajas respecto de la Universidad pública, lo cual ha sido apoyado por el Estado o sus ministerios a través de vínculos y alianzas personales y estratégicas. Los mismos que cacarean su apoyo y preocupación por la Universidad pública, hoy pululan en cátedras ad hoc de las más variopintas universidades privadas.

La cultura es más de lo mismo. En este caso lo que parecía ser el alumbramiento o la reconstitución de las artes en Chile, después de la oscuridad de la dictadura, terminó siendo un circo para pasear a Míster Escafandra por las calles de Santiago y financiar miles de tambores, de lo cual se emboban muchos y se benefician unos pocos.

Como señala un buen hombre al que cito textual “En qué se transformó todo esto. En un adelgazamiento brutal del Estado para las cosas que importan; en una concentración inimaginada del poder y no sólo de la riqueza; y en un abandono por parte de las instituciones de una enorme masa de ciudadanos, a los cuales se les convoca cada ciertos años a ratificar los delirios de esa élite. O, a esto, a morir hechos brasas en una celda sobrepoblada. Porque, la contracara del banquete elitario, es la ultrapenalización de la sociedad. Placer y castigo. El primero para unos cuantos. El segundo, para el resto. En diversas formas. Salarios de hambre o la muerte en un calabozo cerrado a cuatro aldabones”.

Estos hechos, que son la sociedad misma, el Chile de hoy, se sintetizan en un personaje: Sebastián Piñera. En efecto, SP, como un eslogan,  es el perfecto continuador de los consensos concertacionistas. Lo es, entre otras cosas, con sus políticas de subsidios para ocultar la pobreza. Es el conservador número para alimentar propagandas homofóbicas e ideológicamente conservadoras, todo para evitar situaciones que les resulten moralmente peligrosas a un puñado de chilenos, unos por convicción y otros por conveniencia. En lo económico, el ejemplo es el lamentable incidente de la asociación nacional de futbol, el que reflejó las estructuras de propiedad de este deporte. Donde, moros y cristianos, partes de la misma elite, se han hecho dueños y expoliadores del deporte popular. En la política, Pinera junta todos los atributos de los cuatro gobiernos de la concertación y del pinochetismo. Hasta en el “carrete” el piñerismo es la síntesis de todo esto con su alter ego el negro Piñera. La familia Piñera y todos sus lazos, familiares, políticos, comerciales, culturales, religiosos, y “carreteros” son la síntesis del Chile de los últimos 40 años, de esa elite que le ha dominado sin ninguna restricción. Y que hoy nos ha regalado esta última tragedia. Ochenta y un muertos, encerrados en sus propias cárceles.

Esta larga y angosta tragedia que es el Chile detrás de los slogans del piñerismo es el resultado de 40 anos de falsas transformaciones. Además un país lleno de liderazgos piñeristas. Un país gobernado por líderes que encarnan 40 años de persecución de mezquinos intereses.  40 años  en donde destruyeron las formas de la organización civil y de representación popular. 40 años depredando las riquezas naturales de país, vendidas a costo cero, pero de cuya venta esa elite recibe jugosas ganancias. 40 años de mantener a un grupo de parlamentarios para sustentar sus políticas y cuyo pago es entregarles status y poder local. 40 años  de mentiras sedadas por el consumismo y la felicidad aparente de una sociedad enferma de aspiracionalismo, el mismo  aspiracionalismo que llevo a treinta y tres mineros a estar a mas de  800 metros bajo tierra enterrados.

Finalmente a 12 de Diciembre de 2010 la tragedia muestra una vez más que no hay oposición ni oficialismo. Nunca la ha habido. Desde hace 40 años solo existe oficialismo y solo una oposición a la elite a cuenta gotas, pero golpeada, reprimidas, rematada a tiro de fusil, rematada a través de la ultrapenalizacion y la ocupación de barrios y poblaciones. Han sido 40 años en donde los conflictos sociales, salvo el pinguinazo, no son mas que negociaciones corporativas de grupos de poder, enquistados en organizaciones como la CUT o el Colegio de Profesores. Sindicatos de trinchera, no de clase. Incluida toda esa gama de pequeños gremios profesionales y económicos. No hay nada que se asemeje a un movimiento social y menos aún hay dirigentes nacionales que encabecen estos procesos. Lo que se genero en estos 40 años es la reproducción del personalismo y el gobierno corporativista, tal como lo sintetiza el piñerismo. Una muestra de esto. Cada uno de los dirigentes en las principales organizaciones sindicales del país lleva, al menos, 20 años ininterrumpidos de ser representantes nacionales. Salvo el ex dirigente de los trabajadores subcontratistas, Cuevas. A todo esto, ¿qué es de Cuevas?

Como decía el Chavo del Ocho: los mismos actores,  en el mismo canal y en el mismo programa. Esa es la élite chilena y sus reproductores.

En la izquierda, si, en el referente moral de la sociedad chilena, en el que dice ser el referente del verdadero Chile, lo que hay es solo piñerismo. Líderes y caudillos que llevan más de 40 años  controlando entidades partidarias. Las mismas que se han convertido en agencias de empleo y mecanismo de presión para alcanzar sus intereses particulares ya sea a través de municipios, direcciones de servicios, cargos parlamentarios, y representaciones políticas en embajadas. Esto último, lo más preciado ya que después de esto se es parte de la elite. Por supuesto, también en directorios de empresas públicas, lo cual permite, después cuando cambian los gobiernos, enrolarse en las empresas privadas para, usando la información y prácticas conocidas durante el paso por la función pública, influir mañosamente en el gobierno. Un bodrio. Hasta en la izquierda extraparlamentaria se extiende esta síntesis, y la instalación de esta élite elites es ya un hecho real desde hace ya dos décadas. Esta elite que cacarea radicalidad y respuestas inauditas ante el atropello del neoliberalismo esta emparentenda emocionalmente y familiarmente con el oficialismo, ya sea aliancista o concertacionista. La función de estos líderes es delirar y poner en el sistema algo de ruido para que todo no sea tan evidente, encontrando eco principalmente en el pequeño y lúdico mundo de la dirigencia estudiantil universitaria.

Finalmente, ante la tragedia, se operará con el mismo sistema de adormecimiento y reproducción de la mentira. Se instalará la comisión en el congreso. El piñerismo, síntesis de los 40 años de esta elite, prometerá una investigación, firmándola los aparentes moros y cristianos. Además anunciara mucho dinero para las cárceles. Más cárceles. Luego harán un catastro de las necesidades y se pedirá a una comisión de expertos para que establezcan los caminos a seguir, y finalmente el fiscal, esta nueva figura de la élite, el señor Peña, investigara a los fallecidos. Al final del día, el oficialismo -  concertacionistas, aliancistas, izquierdosos delirantes, conservadores de derecha, oficiales, empresarios, políticos devenidos “gente de recursos”, dirigentes sindicales por más de 20 años  en las mismas sillas - dirá en coro: Chile, el país de la solidaridad, puede y debe seguir adelante. Y, tal como lo hacían los españoles en la colonia, paseando la virgen de las cenizas por el centro de Santiago, espantaran los males y amenazas para cuidar de nuestra larga y angosta tragedia llamada Chile.