lunes, junio 07, 2010

La dignidad del futbolista y su profesión.


En 1998 faltaban unas horas para que la lista definitiva de jugadores que iba al mundial fuera dada a conocer en Juan Pinto Durán. En aquella oportunidad un jugador caminaba inquieto por los pasillos del recinto de las selecciones y después salía raudo para chequear, por última vez, una dolencia muscular. El jugador aludido era el fornido Juan Candonga Carreño, quien finalmente quedaría fuera del equipo viajero y su lugar lo ocuparía el niño gol de los noventas, al mismo que nunca dejaron y dejaríamos de llamar “Manuelito” (o Manolete para el ayayero comentarista Fernando Solabarrieta). La forma en que Candonga quedó al margen del plantel del 98 ha sido siempre un ejemplo de la oscuridad y muchas veces, en los comentarios peloteros, se ha filtrado que las manos oscuras promovieron al entonces ariete colocolino a vivir su única experiencia mundialista, con la fe que el novel futbolista sería el líder en futuras convocatorias.

La historia de Manuelito siguió por el camino de la farándula y terminó en una sesión de onanismo vía You Tube. Candonga quedó al margen del camino y enemistado con Don Nelson y con el gran Capitán, el televiso Iván Luis Zamorano. Don Nelson también finalizaría su periplo en la selección después de una jugada de taquito del Mago Valdivia en el lobby de un hotel venezolano. En el mismo periodo el jugador Pizarro decidió dar un paso al costado molesto, principalmente, por la falta de profesionalismo y la indisciplina que afectaron a los jugadores de los planteles nacionales post 98. Después del 2002 pasaron casi seis años en donde la digna actividad del futbolista profesional quedó oscurecida por una cadena de actos que expresaron despropósito, insulto fácil, la irresponsabilidad y la perdida de la reciprocidad entre futbolistas, entre entrenadores y futbolistas, y entre la hinchada y los futbolistas.

Los tiempos cambiaron y hoy vivimos otro momento en donde, más allá de los resultados deportivos, se ha restituido la dignidad del futbolista. Y este momento esta definido entre otras cosas por gestos que enaltecen la dignidad del mismo. Por ejemplo, una de las más llamativas formas ha sido como el entrenador Marcelo Bielsa ha encarado cada una de sus decisiones, las acertadas y las erradas, con relación a sus dirigidos. En cada una de estas acciones parece tener siempre como norte el respeto primero a la persona y a la profesión, y además a la convicción de sus ideas futbolísticas, culturales y por cierto políticas.

En los casos de Mancilla y Cereceda parece haber tenido más aciertos que errores en la forma en que los marginó de la lista final. Con el primero, trató de evitar que el goleador de Purranque fuera afectado por tal difícil decisión en los momentos en que disputaba la final del futbol mexicano. El caso de Cereceda era distinto pero tampoco menos complejo. Cereceda fue el sexto jugador con más minutos en el elenco nacional y además, a diferencia de lo que opinaron algunos comentaristas, uno de los jugadores mas regulares en cuanto a rendimiento. No brillo como Alexis, pero nunca hizo un partido incorrecto y trabajo para el código que más le gusta al entrenador nacional: trabajar por el equipo. El quedar marginado de la selección fue un golpe duro en la medida que Bielsa privilegio a otros jugadores, pero sin duda la reserva del entrenador y su equipo, que a la mayoría de los medios no les gusta y que termino por alejar las cámaras de la farándula, protegió al jugador para no caer en la carnicería mediática preparada por el “medio”.

La reserva utilizada por Bielsa y el tratar la participación de sus seleccionados como una actividad profesional pero con el corazón amateur parece haberle restituido el sentido de dignidad al futbolista chileno. Por lo mismo al acto poético” del presidente Piñera el día en que fue a Pinto Durán quebró lo avanzado en los últimos tres años. El presidente utilizó un lenguaje mediático, muy parecido al CQC, y buscó conectar algo que para él parece ser un vínculo mecánico y natural: futbol y marketing político. La sonrisa fácil y artificial contrastó con la seriedad y sobriedad con que el seleccionado, vestido con sus buzos de trabajo, recibió al presidente. Sin entender lo que realmente ha pasado en los últimos años, el Presidente en un acto declamatorio llamó a los jugadores por su sobrenombre citando desde el huaso cósmico (muy fome) hasta el viso-gol Paredes. La imagen construida por el entrenador y la asumida por sus dirigidos había quedado rota y el contraste entre tres años de sobriedad y la artificialidad farandulera del presidente había quedado en evidencia.

El apodo en el futbol es un caso especial. Su uso supone ciertas complicidades entre la hinchada y el futbolista, entre los propios futbolistas, y entre el entrenador y los futbolistas. Además implica un rango de confianza y respeto, y que fue quebrado arbitrariamente por el Presidente, que sin participar de esa complicidad ni mucho menos atendiendo al contexto terminó minimizando la imagen que el entrenador nacional ha querido definir para su equipo: trabajo y profesionalismo. Es justamente esa arbitrariedad por parte del Presidente, que implica su artificial cercanía y su instrumentalización, lo que molesta y que se pone de manifiesto al final de la ceremonia durante el saludo de manos entre Marcelo Bielsa y su excelencia. No hay en el acto del Presidente el reconocimiento de que el viaje a Sudáfrica no es un hecho azaroso sino la consecuencia de un trabajo que ha sido realizado teniendo como norte la "construcción" de una imagen distinta de quienes practican este deporte.

En un 95% el futbol es un esfuerzo colectivo lleno de reciprocidades en distintos niveles y la forma de su construcción depende, principalmente, desde los liderazgos, tal como lo ha ejercido el entrenador nacional. Uno de los hechos más importante de este proceso de la selección es que sus reciprocidades se construyeron sobre la transparencia entre el seleccionador y sus dirigidos, en la claridad de los conceptos y en las confianzas reafirmadas a través del respeto, el que incluso toca los gritos que el mismo entrenador da desde el costado de la cancha. Es esa imagen la que ha permitido construir una relación distinta entre el seleccionado y la práctica de este deporte, lo cual como toda otra actividad también demanda una reciprocidad o reconocimiento. Una parte importante de este respeto es lo que ha permitido que la imagen del futbolista chileno y su profesión tengan un carácter distinto que le hace mucho más respetable y digno, no solo en la cancha sino en el conjunto de la sociedad, algo que por cierto el Presidente no entendió y menos aun los “medios”.

No hay comentarios.: